Estamos tan envueltos en la vorágine del tiempo, que hemos convertido todo lo que nos rodea en milisegundos de tiempo. Una parte importante de nuestra vida, nos la pasamos conduciendo, de manera profesional, de forma particular e incluso para disfrutar.
Sumando ese elemento etéreo, que es el tiempo, hemos convertido todo tipo de conducción en una competición. Queremos ser el primero en el semáforo, buscamos el hueco para adelantar, invadimos carril bus por que esta más vacio. Todo lo justificamos con el tiempo.
La falta de organización en nuestras vidas y esa costumbre que tenemos de sobrevalorar el tiempo, nos hace intentar recuperarlo en una de las pocas actividades diarias que podemos morir en el intento, al volante de nuestro vehículo.
No tenemos asimilado que el tiempo no se recupera, lo que varia es la cantidad de vida que podemos incluir en ese tiempo.
Cuando hemos vivido el correr del tiempo por imprevistos o mala organización, » PUES VAMOS A CORRER CONDUCIENDO E INTENTAR RECUPERARLO, SI MORIMOS NO PASA NADA»
«Que mal hábito y costumbre de valorar más el tiempo que nuestra vida.»
En nuestra vida, nuestro fin no es conducir, seguro que hay muchos objetivos para disfrutar y no para perderla. Parémonos a pensar que en nuestra vida , conducir es una herramienta, solo tiene una función, desplazarnos de un lugar a otro, no vale para nada más, y manda narices que para conseguir llegar, queramos no llegar y morir en el intento.